marzo 22, 2010

Crónicas del porqué nos has abandonado...





Jueves 4



Llueve.

Parece una bolsa negra que se agita con las ráfagas de viento. Entorno los ojos y está ahí, en un cruce de Insurgentes: una rata negra. Es grande y sangra por partes, la piel se le ha roto; trata de alcanzar una orilla.

El tráfico es una masa compacta e inerte.

Un policía la mueve con el pie, la rata insiste en cruzar el arroyo vehicular, después le da un puntapié. Rueda. Tres metros salpicados de rojo. El policía ríe. Los autos avanzan. Las gotas de sangre van marcando el camino de mis pensamientos.



Viernes 5


Media noche.

Bebo rápidamente. La maldita costumbre de acabarme el mundo en el fondo del vaso nunca se me va.

Reminiscencias:
                                    la puta triste bajo el paraguas.

No para de llover, no hay clientes, no hay dinero; sólo una lluvia lastimosa que parece no acabarse nunca. Las piernas delgadas y desnudas no se abrirán este día pero le sirven para sostenerle las ganas de morirse.



Sábado 6


Eje central.

Cinco de la tarde. El bullicio se esparce con pedazos cortantes, la gente pasa sin ver, van rompiéndose los lazos humanos. Todos sin mirar buscan caprichos superfluos, algún objeto que no saben para qué quieren, a alguien que se descuide. Voy tratando de disimular el penetrante olor a alcohol que me cubre.

Mentalizo un solo de saxofón, construyo una cinta de sonido para esta pésima película ¿Quién se interesaría por éste que soy?

Los gajos de asfalto comienzan a supurar.



Domingo 7


Su cara se va llenando de mi desesperanza. Le digo que estoy bien, que es pasajero… pero en el fondo de la retina me nota la verdad. Yo trato de divertirla, de ir al cine, de decir cosas graciosas: es inútil. Su rostro refleja un cansancio poco común. No encuentra la forma de ayudarme.

Quiero decirle que soy una causa perdida, que no es ella, que mis bajas de ánimo no tienen que ver con su cuerpo o rostro.

Soy mi propia nostalgia, discúlpame, no hay más. Ya vendrán buenos días...

                                                                                                                   aún en mi papel de sombra.



Lunes 8


La ciudad huele a mierda de perro.

Inundaciones, ¿quién tuvo la conciencia a la hora de tirar basura, de permitir esos asentamientos?
Calles en pésimo estado, ¿quién se quedó con el dinero?
Asaltos, ¿quién dirige las corporaciones policiacas?
Droga, ¿quién de la política está inmiscuido?
Prostitución, ¿quién consolaría a los solitarios?
Dinero, ¿quién se lo está robando a manos llenas, quién hizo de él juez y parte?

Violencia contra la mujer, ¿cuándo olvidamos de dónde venimos?

Todo sigue inexorable. La ignorancia tan temida se ha vuelto madre, los males se han salido de esa caja de pandora: leemos la nota roja, escuchamos canciones sin sentido, vemos la pésima televisión, ¿hasta dónde llegaremos?, ¿dónde hemos llegado ya?

Bebo la octava cerveza de la tarde y miro las piernas de la mesera, su estrecha cintura, los senos pequeños... después el rostro desencajado.

Soy una de esas células malignas.



Martes 9


Voy cayendo en un sueño suavecito, dócil, amargo. Siento el cuerpo pesado. Miro mi reflejo de ojos sin brillo, ¿cuántos espejos cambiaré por oro? El brazo me arde y tengo unos pocos recuerdos de haber rodado de una escalera alta, terrible, sin fin; apenas pude asirme, estiré la mano y mis piernas respondieron de modo torpe ¿Debí dejarme alcanzar el fondo?, ¿que tal un golpe seco para acallar las voces de mi cabeza?



Miércoles 10


Los recuerdos son un afluente de cosas que ya no tengo. La calle donde viví de niño es una caverna oscura; mis amigos, los familiares, no son otra cosa que desconocidos que me miran tratando de reconocerme. Yo voy aferrándome a un sinfin de reminisencias, de burdas fotos que observan desde la frialdad del pasado. Persigo lo anterior en pasos hacia atrás. Doy dos y me devuelvo uno, todo con intención de no conocerme completo, hay un miedo implícito.

Mojo mis manos en el chorro de un agua turbia, sigo pensando en que no debí de salir de esos ocho años; convierto la historia en un charco de agua lodoza, reflejo tambloroso, mis rasgos cafés me revelan cierta identidad.... lo demás no lo comprendo.



Jueves 11


Golpes secos en el pecho.

Despierto tratando de jalar aire, estirando los brazos buscando el pasamanos de esa escalera eterna, mis inofensivos músculos son de gelatina, los dedos tiesos no logran cerrarse sobre el tubo metálico, caigo de espaldas mirando un cielo plomizo, a punto de llover.

Parece el vacío.

Caigo, caigo, ruedo. La orilla de un escalón golpea mi hombro derecho que se abre descomunalmente. El tejido de la unión de huesos es sorprendente: bisagras de metal blanco. Cualquiera diría que flanquean una puerta, para mí van cerrando mi destino.

Un sonido de metal sin engrasar me acompaña al fondo.



Viernes 12


Salgo a la calle en medio de un ruido aterrador, no tan grave, nomás aterrador. Digamos que estamos acostumbrados a vivir con eso. Cambio los sonidos naturales por una retroexcavadora a mis espaldas, los cláxones que suenan perforándome la conciencia, alguien gritando improperios, también los motores suenan sin sentido.



Allá una sirena.

Una ambulancia quiere abrirse paso,
me gustaría detenerla:
mis ganas de seguir se están desangrando,
tienen una abertura en el pecho,
yacen bajo la sombra de un árbol
que también quiere secarse.





Marváz









1 comentario:

carloshvazquez dijo...

Te he abandonado para eso, precisamente para eso...
Hacía falta un poco de literatura
Sólo eso.

...

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