El destello áureo evoca épocas de bronce, la suavidad es notoria sin recurrir al tacto, también hay un olor incontrolable. El pequeño paso del día le ha impreso la huella inconfundible, el perfume de la orquídea, el camino para el depredador. Hay una luz que parpadea sobre su cabeza. Ella amanece cada día con un gesto adusto pero no engaña a nadie, el tufo del deseo la delata. Parece hosca, lodo endurecido en su estado bruto, hasta su reflejo en el cristal es más suave; se vuelve distante a la luz intermitente que le brilla en los descubiertos espacios de piel. Todos la vemos. Las miradas se le prenden del cuerpo igual que besos pequeños, es una estatua recubierta de saliva fina.
La diosa tiene adeptos, le rezan lujurias susurradas, piden algún milagro.
Yo le prendo un cirio de donde penden goterones congelados. Arcaicos.
1 comentario:
Hoy me gusta especialmente el color de tus palabras y de la escena en general bajo la luz del cirio que dejaste encendido. Le da un aire misterioso, casi místico. Siempre tienes el tono y la imagen perfectos para dar fuerza a tus letras… o son las letras las que dan fuerza a tus imágenes? De cualquier forma, tanto unas como otras hablan por sí solas. Eso me parece.
Le está sentando muy bien el mes de agosto al Lugar de nadie.
Ah! yo siempre procuro dejar la ventana entreabierta por si acaso…
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