Ella se pone el corsé. Su cintura va difuminándose y del sexo le brotan más que fantasías rotas. La observo desde un sillón viejo y raído, bebo lentamente vodka mientras la respiro; su olor es una lija áspera, duele pasarla, raspa en la garganta y se infecta. Es dura. Casi todo el tiempo me someto, dejo que haga de mí cuanto quiera: clava los tacones en mi pecho, las uñas en mi espalda, los dientes en mis labios (los sensuales y húmedos), su coño en mi pene ¿A qué negarme?
Voy pensando que nada valgo fuera de su hueco caliginoso e investido de exquisitas secreciones.
Marváz.
1 comentario:
Sin duda, algo vales fuera, pero dentro, muchísimo.
Besos
Publicar un comentario