Como tú sabes, tengo un cuaderno con folios de color. De vez en vez le pongo tinta encima, y tú sobre mi hombro observas de reojo pensando que cuando pongo ahí algo, parezco imbécil.
Soy predecible, por eso cuando me salto directo a las páginas verdes, una sonrisa brota anticipándote. Es el color que prefiero para los cuentos bobos o las anécdotas divertidas; tan obvio, que el color rosa lo uso para los amores imposibles, de tan imposibles que sólo uno de dos lo piensa, lo vive y lo augura.
Cómo seré, que cuando voy a los folios rojos tú te alejas pensando que soy un pornógrafo consumado, y que seguro las mujeres que ahí describo son vecinas y compañeras de trabajo, igual de cama. El violeta es para vaciar la mala ponzoña y la pus, pero eso no lo sabes, lo uso de madrugada, al sentir que respiras constante, con exhalaciones acompasadas. Salgo con pasos de gato de nuestro dormitorio; por fortuna tu sueño es sordo, mudo y ciego, y pongo eso: ponzoña y pus.
El arte del engaño viene después, tomo el folio violeta y lo rasgo en tiras, luego en cuadros y al final en confeti. Despido a la mala tinta ahí vertida y dejo deslizar los trocitos de papel de mi mano al retrete; hay algunos necios que se aferran a la piel y el sudor: me sudan tanto cuando esto escribo, que los tengo que quitar con una pinza del pulgar y el índice.
El ritual termina cuando el violeta tiñe el agua dando la impresión de flores líquidas, y yo lo transformo todo, ya sabes, ponzoña y pus en un hermoso espiral de un azul casi violeta que queda en una cosa sin color. Tan perfecto es que no lo sabes.
Ambos adoramos el negro; será que ahí nos imaginamos cada cual su sí, un sueño, una historia.
Soy predecible, por eso cuando me salto directo a las páginas verdes, una sonrisa brota anticipándote. Es el color que prefiero para los cuentos bobos o las anécdotas divertidas; tan obvio, que el color rosa lo uso para los amores imposibles, de tan imposibles que sólo uno de dos lo piensa, lo vive y lo augura.
Cómo seré, que cuando voy a los folios rojos tú te alejas pensando que soy un pornógrafo consumado, y que seguro las mujeres que ahí describo son vecinas y compañeras de trabajo, igual de cama. El violeta es para vaciar la mala ponzoña y la pus, pero eso no lo sabes, lo uso de madrugada, al sentir que respiras constante, con exhalaciones acompasadas. Salgo con pasos de gato de nuestro dormitorio; por fortuna tu sueño es sordo, mudo y ciego, y pongo eso: ponzoña y pus.
El arte del engaño viene después, tomo el folio violeta y lo rasgo en tiras, luego en cuadros y al final en confeti. Despido a la mala tinta ahí vertida y dejo deslizar los trocitos de papel de mi mano al retrete; hay algunos necios que se aferran a la piel y el sudor: me sudan tanto cuando esto escribo, que los tengo que quitar con una pinza del pulgar y el índice.
El ritual termina cuando el violeta tiñe el agua dando la impresión de flores líquidas, y yo lo transformo todo, ya sabes, ponzoña y pus en un hermoso espiral de un azul casi violeta que queda en una cosa sin color. Tan perfecto es que no lo sabes.
Ambos adoramos el negro; será que ahí nos imaginamos cada cual su sí, un sueño, una historia.
3 comentarios:
Hola. Navegando por tu blog. Bien. Ayer el ring de poesía estuvo prendido, tal como una real lucha libre.
Sigamos en contacto.
Un abrazo y toda mi buena vibra.
Hola, Eric. Soy Daniela Camacho, me doy una vuelta por tu blog y me doy cuenta de que no tengo tu dirección de correo. Así que te dejo este mensaje. Tienes fotos muy hermosas, te felicito. Aprovecho también para invitarte a la presentación de mi libro este jueves 4 de septiembre. Será en el Museo Mural Diego Rivera, a las 7 de la noche. Brindemos ahí por la poesía, ojalá puedas ir. Un abrazo. DC
Dicen que hay imágenes que valen más que mil palabras, y recorriendo tu blog yo también diría que hay palabras que consiguen transmitir de tal modo, que te hacen evocar mil imágenes.
Me gusta este lugar de nadie, con imágenes que no necesitan palabras y con palabras que son capaces de expresar tanto como mil imágenes.
Felicidades.
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