enero 20, 2010

Tus lágrimas tan duras y brillantes...

Preámbulo.

El texto data de varios años atrás, recién regresaba a tratar de escribir después de diez años de revolcarme entre sueños vanos, sin poder dormir; apenas volvía a tener entre las manos la pluma y el papel. Era indignante pasar horas delante del vacío burlón del folio, pero… sería quizá el aletear suave de una musa en mi nuca, la carne blanda y cálida de una de ellas, o sencillos recuerdos de una vida anterior. No sé a ciencia cierta qué fue y sin embargo la sequía empezó a inundarse.

Gracias por las lecturas, los dejo en compañía de este relato sin foto.

Supe que habías llorado toda la noche en que no estuve contigo, tenías los ojos hinchados y por debajo de ellos se veían las manchas violáceas que da el haber dormido nada. Te abracé e intenté decir que todo estaba bien y que no había de qué preocuparse, que una plática no cambia los destinos y que una llamada que no se hace no se acumularía en ningún lado; que desaparecí… pero no de tu destino. Entonces te recosté en la cama, acaricié tu rostro, intenté besarte y volviste a sollozar; llorabas quedito pero las arcadas te delataban. Yo traté de calmarte y me diste la espalda. –Unos besos no arreglan nada-, dijiste y yo pensé que era verdad, aunque sentí que mis ganas de probar tus labios no eran queriendo hacer reparaciones, sólo era para comprobar que no estaba soñando; entonces empezaste a llorar más fuerte y a recriminarme mis actitudes y faltas. Me puse a un lado de la cama y ya no te toqué, yo hablaba en susurros tratando de explicar lo inexplicable, así pues, tú me dabas la espalda y las palabras rebotaban en tus hombros convirtiéndose en un eco que volvía hasta mí. Te adoré y te necesité en silencio, no pensé antes en lo que te dije, estabas enojada y dolida. Comprendí que la lucha perdida se convirtió en abandono; fue cuando giraste sobre tus costillas y clavaste las pupilas en mí. La escasa luz de día se ponía sobre los espejos, se arrastraba por la alfombra, escalaba dificultosamente la sobrecama, investía tu cuerpo y por último se posaba sobre tus labios, los besé y no hubo rechazo. Abriste la boca y me recibiste totalmente. Acabé con la caricia para decirte -Te amo mucho, pondré lo necesario para que las cosas entre tú y yo mejoren-. Acaricié tu espalda y descubrí algunos lunares que no conocía. Estabas bella como siempre y dispuesta para mí. Recorrí la piel sintiendo tus huesos por debajo, metí una mano por entre tu cuerpo y el colchón y sentí un objeto pequeño y duro, se me escurrió por entre los dedos e incliné tu cuerpo para buscarlo. Al tacto parecía un grano de sal, de esos grandes, seguí tanteando sobre la sábana y lo encontré. Era una piedra azul con apariencia de brillante, tenía muchos lados y la luz salía de él con gran facilidad ¿Qué hacía esa piedra ahí? Notaste mi estupor y preguntaste qué era, lo puse en la palma de mi mano para que pudieras verlo, -No sé de dónde salió-, murmuraste. Caminé hacia el baño y en el suelo había varios de ellos, los levanté tratando de indagar cómo habían llegado. Todos eran de tamaño irregular. Estaban regados por la alfombra, el piso del baño y hasta en la almohada. Ayudaste en la búsqueda y encontraste algunos otros envueltos en papel dentro de la basura, levantamos el colchón y movimos el sofá intentando encontrar otros. Ya no aparecieron.

Suspendimos la búsqueda en un abrazo profundo, yo decía en tu oído lo mucho que te amaba, apretaba tu cuerpo muy fuerte sin dejar de repetirlo una y otra vez. Reposaste la cabeza en mi pecho y asentiste levemente. Después echaste el cuerpo hacia atrás, me miraste fijo. Una lágrima salió de tu ojo, recorrió la mejilla, y cayó rebotando en el piso convertida en un pequeño diamante que cuando dejó de rodar iluminó la habitación.




Marváz





2 comentarios:

Rincón P. dijo...

Es una suerte para los que disfrutamos de tus letras que volvieras a coger papel y pluma después de ese tiempo de abstinencia. Qué hubiera sido de todos esos sentimientos en forma de palabras escritas si las hubieras contenido?

Creo que escuchar algo así, a mí me dejaría con las defensas por los suelos y podría olvidar muy fácilmente cualquier cosa que hubiera pasado antes.

Felicidades una vez más por tu trabajo.

susana moo dijo...

Se inundó tu sequía! qué lindo.

Temo mucho al vacío creativo, también a mí me llegó potente e incontenible ¡que nos dure! ¡que nos dure!

Besos

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