febrero 03, 2010

Nomás una lluviecita


2 para las 9



Ya el despertar se antojaba difícil.



1.- No todo está tan mal, el agua templada disuelve un poco el frío de esta mañana, recuerdo una carta del naipe



2.- Los relojes digitales del metro nos vuelven un tanto animales, desde mi trinchera de empleado que puede manejar sus horarios, veo cómo se golpean por un lugar. Al tercer tren ocupo el espacio de un tipo con bocinas en la espalda que acaba de salir. Aún tengo una carta roja



3.- Voy caminando bajo una lluvia recta, recta y constante, constante y ruda, voy mojándome. Cuido que no se escurra la suerte del naipe



4.- Llego al trabajo y calculo las posibilidades, todos somos iguales, cortados con la misma tijera de la indiferencia. Acuáticos, acuosos, aceitosos; nunca por completo. Eso es verdad, mediocres en nuestra propia área de trabajo. Miro alrededor y sí, también mis contornos son del mismo filo. Por pura suerte no hay un corazón recortado



5.- La lluvia no cesa, miro por el ventanal, me siento triste. La lluvia me gusta, los presagios no, auguro tiempos duros. Por allá, en la agenda telefónica de mi memoria, brilla una lucecita, no la gastaré, aún es muy pronto para bajar esa carta a la mesa



6.- Voy por el auto, el mecánico dice que ya no sabe qué hacerle. Prendo la radio para no escuchar el motor desvencijado; maldición, noticias, puras malas noticias. El policía del eje vial mira con deseo a una mujer y susurra improperios, qué lástima llevar prisa, qué lástima. Tengo que esquivar los cráteres de la ciudad, alguien que funge de servidor público no hace su trabajo, casi nadie que hace de servidor público hace su trabajo, por eso tengo que jugar al piloto de fórmula uno, esquivando baches, puestos callejeros, montones de basura. Soy un mediocre, un conformista: nada hago; decir que soy igual que todos, que nadie hace nada, no me consuela. Tengo la sensación de estar tendido en la lona sin posibilidad de conteo de protección. La ciudad más poblada del mundo se desmorona, estamos entre delicuentes y traidores a la patria, pobres de los pobres. Aún guardo un as, por eso no me quejo, todo puede componerse



7.- El as, que tan celosamente guardé, no es otra cosa que un comodín con sonrisa sardónica. Me mira de reojo, ríe, ríe, ríe… no me engaña, está más triste que yo. La luz del número telefónico se va apagando poco a poco, como cerillo bajo goterones de esta lluvia densa



8.- Detesto los presagios. Entro a un cine de media noche. El empleado no me puede atender por un súbito ataque de risa, se disculpa conmigo, yo le digo que no pida perdón si no todo lo contrario. Es una carcajada maravillosa, vital, muy necesaria. Ya no es válida a esta hora, no para mí, traigo el alma cansada de tanta lluvia oscura



9.- Película tristísima que merece capítulo aparte, dos imágenes que se han quedado dando vueltas en mi cabeza, los engranes no paran de funcionar, por eso voy perdido, por eso no dormiré, por eso escribo esto, por eso sigo rumiando los malos designios




“La culpa es sólo mía.
He puesto la esperanza en un molino de carne,
abrí mi corazón y lo puse sobre un comal al rojo vivo.”




Marváz


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final estamos todos en la misma rueda. Qué triste, o no. El sol siempre está ahí.

Nadie importante.

Gato Pardowski dijo...

¡Bastante bueno! Citadino. Así es la ciudad, y tal vez más esta, dón de el policia es una caseta de cobro, y la vida es un enorme pasillo de invidentes.

...

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